Ayer concluí la lectura de “Las estrellas de Hollywood”, magnífico libro del olvidado Peter Bodganovich.
Hoy relegado a un segundo plano, este realizador, director teatral, historiador, crítico, programador de cine y actor, dirigió en los años setenta películas tan sobresalientes como “La última película”, ¿Qué me pasa Doctor” o “Luna de Papel” y es el autor de espléndidas biografías sobre maestros de la dirección como Orson Welles, Howard Hawks y John Ford.
En su prólogo menciona que tuvo la idea de escribir un libro acerca de sus actores predilectos cuando durante el rodaje de un telefilme le pidió al jovencísimo protagonista que interpretará una de las secuencias dándole "un toque más Cary Grant".
El chaval se encogió de hombros y se le quedó mirando sorprendido ¿Cary Grant?¿Quién es ese?
Mención aparte merece el capítulo dedicado a Jerry Lewis.
Excelente cómico, incomprendido, condenado al ostracismo, vapuleado por la crítica e ignorado por el público actual.
Repasando ese episodio, recordé lo mucho que me hacían reír las películas de Jerry que solían emitir los sábados por la tarde cuando sólo existían dos cadenas de televisión.
Bodganovich nos muestra a un hombre inteligente, generoso, hiperactivo, egocéntrico, desprendido, perspicaz, insomne, cultivado, caprichoso, astuto y extremadamente sensible, alejadísimo del personaje de idiota consumado que le hizo célebre.
Nacido en el año 26 en el seno de una familia de cómicos judíos, Joseph Levitch pisó las tablas a la temprana edad de 5 años, desde entonces ha permanecido fiel al escenario.
Dedicado en cuerpo y alma a las variedades y tras años de agotadoras giras coincide a finales del año 45 con Dean Martin, por aquel entonces un vocalista de tercera fila, en el club Havana Madrid de Nueva York.
Al cabo de unos meses deciden unir sus fuerzas y conforman un dúo.
Entre los dos urden un espectáculo totalmente innovador, lo nunca visto.
Dino ejercerá de cantante romántico y embelesará al sector femenino con sus baladas, Jerry interrumpirá su actuación cada dos por tres haciéndose pasar por un descerebrado.
La noche que debutan actúan ante cuatro personas, pasados tres días la sala está abarrotada. La fórmula funciona a las mil maravillas, el humor desquiciado y absurdo de la pareja es el mejor bálsamo parar curar las heridas provocadas por la recientísima guerra mundial.
Llueven los contratos y las ofertas millonarias, se suceden a un ritmo frenético las actuaciones y grabaciones radiofónicas y discográficas, aparecen en 17 películas, en 13 de ellas como protagonistas y se convierten en habituales del programa televisivo “The Colgate Comedy Hour”.
El público los adora.
Tras diez años de éxito ininterrumpido, la asociación se disuelve. Alegan diferencias irreconciliables. No volverán a cruzar una palabra en veinte años.
Martin, quien además de no tomarse nunca en serio dudaba de su capacidad a la hora de cantar e interpretar, estaba harto de la vorágine en la que estaba inmerso y asqueado de que Lewis le hiciera sombra. Aborrecía todas esas payasadas, la vida social y el tener que sonreír y hacerle la rosca a todo el mundo. El extrovertido y siempre afable artista era en realidad un hombre solitario, hermético, poco locuaz y taciturno que prefería la soledad de un bar o de su habitación de hotel a las cenas y fiestas multitudinarias.
Lewis atribuye el carácter de Dino a la educación recibida:
“Creció en un ambiente pseudomafioso; con unos padres insensibles. Angelina, su madre, era una mujer italiana de armas tomar que le enseñó una manera de afrontar la vida. Toma, nunca des. Si lloras, no vales nada. Si tienes emociones, eres un maricón. Ella quería parecerse por todos los medios a la encantadora celebridad televisiva Betty Furness, cuando en realidad a quién se parecía era a Jack Palance”.
Superada la traumática separación, Jerry Lewis emprende una fructífera carrera en solitario escribiendo, dirigiendo, interpretando y produciendo sus propios filmes.
Aprende todos los trucos del oficio de la mano de su admirado Charles Chaplin y de Frank Tashlin, un antiguo ilustrador de dibujos animados reciclado en director de cine.
De Chaplin hereda una prodigiosa aptitud para la mímica, los personajes de Lewis apenas hablan; de Tashlin, el ritmo endiablado, el profuso colorido y un sobresaliente sentido del gag.
Su meteórica trayectoria se estanca a finales de los años sesenta, los tiempos han cambiado, la astracanada no tiene cabida entre disturbios raciales, hippies y guerras de Vietnam, no son tiempos para tomarse las cosas a choteo.
Ninguneado, víctima de furibundos ataques y reproches y aquejado de unos terribles dolores de espalda resultado de sus aparatosas caídas y acrobacias, se convierte en adicto a las anfetaminas y los tranquilizantes.
En 1972 no puede ni estrenar uno de sus proyectos más ambiciosos, “The Day the Clown cried”, la historia de un payaso alemán que se dedica a entretener a los niños presos en el campo de concentración de Auschwitz.
La crítica sesuda y la pseudo intelectualidad al completo lo acusan de ser un monstruo por tratar tan a la ligera tamaña cuestión. Años más tarde Roberto Beningni ganará un Oscar por “La vida es bella”, filme en el que se aborda un tema muy parecido.
El resto de lo que queda de década lo dedica en cuerpo y alma al Telemaratón anual en beneficio de la Asociación para la Distrofia Muscular, en 1977 es nominado al Premio Nobel de la Paz por su labor, aunque debido a su tremenda dependencia a las pastillas , dice no recordar absolutamente nada de aquel período.
Tras años de ostracismo, a principios de lo años ochenta consigue dirigir un filme que tiene cierto éxito y Martin Scorsese lo incluye en el reparto del “Rey de la comedia”.
Sus múltiples adicciones, lesiones vertebrales, varias úlceras y una operación a corazón abierto lo vuelven a dejar fuera de circulación.
Resucita y aparece de nuevo en Broadway a mediados de los noventa, tras el espectáculo, el público se pone en pie y le brinda una larguísima ovación, por fin se reconoce su inmenso talento.
A sus casi 81 años, incombustible, superado un cáncer de colón, se recupera de una fibrosis pulmonar trabajando casi a tiempo completo en sus memorias de sus días con Martin, y promete volver el año que viene con un nuevo montaje teatral.
Reivindiquemos la figura del bufón ¿Acaso hay algo más serio que el humor?
Duda cabe de que este mundo sería un lugar mucho más agradable si en vez de destilar tanta inquina y mala leche y de mirarnos tanto el ombligo, tuviéramos la capacidad de reírnos más a menudo de nosotros mismos y de las patochadas del genial Jerry Lewis.