miércoles, febrero 28, 2007

La limpia mirada de Wayne

Jamás he entendido a esa gente que condena a un artista y su obra por sus ideas políticas y convicciones.

Lenny Riefenstahl, enfervorecida nacionalsocialista, dirigió algunos de los documentales y películas más sobresalientes de la historia del séptimo arte.
Sergei Eisenstein, apasionado bolchevique, pergeñó algunos filmes excepcionales.
D.W. Griffith, caballero sureño, segregacionista hasta el tuétano, sentó las bases del lenguaje cinematográfico.
Leo McCarey, furibundo reaccionario, fue un magnífico realizador.
La obra de Saenz de Heredia, director notable, fue vilipendiada por la adhesión de éste al régimen franquista.
Algo parecido pasó con las maravillosas películas de Edgar Neville.

La crítica progre de cine club de nuestro país se ensañó con todo aquello que consideraban conservador, imperialista y poco avanzado; a los camaradas no les dejó ver más allá el humo de sus Ideales.
Al maestro John Ford también lo vapulearon, años más tarde lo elevaron a los altares por el costumbrismo mágico que destilaban sus películas, yo creo que lo que destilaban era licor de alambique casero.

Otro chivo expiatorio fue John Wayne, colaborador habitual de Ford, y a mi modesto entender, uno de los mejores actores que haya pisado jamás un plató.
El escritor Javier Marías, cinéfilo de pro, se refirió a él como el mejor mirador de la historia de los intérpretes.
Totalmente de acuerdo, pocos actores supieron sacarle tanto partido a su mirada y a su poderosísima presencia.

Interpretó además algunas joyas que no debería perderse ningún aficionado al cine que se precie:
La diligencia, Hombres intrépidos, No eran indispensables, Río Rojo, Fort Apache, La legión invencible, Río Grande, El hombre tranquilo, Hondo, Centauros del desierto, Río Bravo, El hombre que mató a Liberty Balance, Hatari, El Dorado.

Trabajador infatigable, actuó con encomiable profesionalidad en todas las películas de su extensa filmografía (la friolera de 172).
La opinión generalizada es que fue un actor pésimo de andares achulados que sólo salía en películas de indios y vaqueros donde se limitaba a desenfundar su revolver o a liarse a mamporros en los salones.
Aparte de penoso intérprete, era un fascista prepotente, tarugo, racista y violento.

Por si fuera poco, en los convulsos años sesenta, y nada más y nada menos que en el 68, tuvo la osadía de dirigir Boinas verdes, entretenido largometraje que exalta la labor de los marines en Vietnam.
Los muchachos de las barbas y las señoritas quemasujetadores machacaron al astro de Hollywood.
La mayoría de los que le atacaron en la época, son en la actualidad tiburones dueños de multinacionales o sexagenarias que se forran a costa de anunciar cursos de aeróbic y cremas antiarrugas.
Wayne guardó silencio, no iba a ser él quien arremetiera contra sus propios compatriotas.

En su vida privada, Duke distaba mucho de parecerse a los personajes que encarnó. Era un hombre educado, elegante e interesado por la cultura que prestaba especial atención a su atuendo.

Ya que en vida, haciendo alarde de una exquisita caballerosidad, jamás respondió a ninguno de sus numerosos detractores, paso a transcribir algunas opiniones suyas que aparecen en la completísima biografía de este hombre fuerte, feo y formal, Duke La leyenda de un gigante, obra de Juan Tejero, publicada por la editorial T & B Editores.

Duro
“Ya no quedan verdaderos duros. Todos esos chicos bonitos que se dedican a hacer muecas y a matar abuelitos no son duros. En realidad, son unos tipos completamente blandos. Un verdadero duro no necesita meter una bala entre ceja y ceja a cuatro chulos que vienen a quitarle la chica. Eso está al alcance del actorcito más blando. Ser duro es hacer lo que hizo una vez Humphrey Bogart: triturar de un mordisco el trozo de hielo de la copa que acaba de beberse de un trago y arrugar con el ruido de sus muelas a los dos matones que vienen a darle la tabarra”.

Filosofía
“Amo a mi prójimo, creo en la amistad, hago obras de caridad, pago todos mis impuestos, estoy en paz conmigo mismo y trato de estarlo con mis semejantes”.
“Yo poseo principios solidísimos, aunque quizá también un poco elementales, y, a veces, un poco ingenuos. Yo no entiendo los matices ni las conductas de ida y vuelta. Para mí, como en las buenas películas del Oeste, sólo existen el bien y el mal, lo justo y lo injusto, la ley y el desorden. Pienso que un hombre coherente es una cosa seria en este mundo lleno de confusiones".

Modestia
“Hollywood sólo tuvo un rey: Clark Gable. Y ahora que él y Gary Cooper han desaparecido, yo sólo soy un vaquero solitario. Nada más”.

Método
“No hago más que preguntarle al director que sombrero me pongo y por qué puerta entro”.
“Yo sólo me dedico a vender sinceridad, y desde que empecé la he vendido a toneladas”.

Liberales
“Ahora resulta que hay una cierta clase de personas que se hacen llamar liberales. Yo creía que el liberal era yo. Me quedé estupefacto cuando me enteré de que era un reaccionario de ultraderecha, y cuando tenía que escuchar las opiniones de todo aquél que se acercaba a mí. Pero es que estos supuestos liberales nunca escuchan la tuya”.

lunes, febrero 26, 2007

Balones fuera

La polémica está servida.

El Gibraltar Chronicle , el periódico de mayor tirada de la isla, publica en la sección de deportes la siguiente noticia en su edición de hoy:

Timothi Olivera, entrenador de la selección gibraltareña, indignado y dolido con sus vecinos españoles.

Por lo visto, cada vez que sopla viento racheado se les va la pelota a España.
Es una situación que se repite a menudo, y no les han devuelto un sólo balón de los 237 que hasta el día de hoy han extraviado.

Somos una selección modesta y no podemos permitirnos semejante dispendio, ha declarado el mister.

La Federación ha informado al respecto al Gobernador de Gibraltar, Sir Robert Fulton. Fulton ha tomado cartas en el asunto y no dudará en llevar el asunto a Downing Street si los españoles persisten en su actitud.

Joseph S.Blatter, Presidente de la FIFA, removerá cielo y tierra para que se reúnan las dos partes afectadas y pongan fin al contencioso.

El responsable de la retención de balones es Don Justo Colmenar, encargado desde hace más de treinta años del puesto aduanero de la Línea de la Concepción.

Flexiones y Reflexiones se ha desplazado hasta el lugar de los hechos y ha tenido la oportunidad de hablar con el autor material del hurto balompédico.

Pues sí, he sido yo. Y me quedaré hasta el último balón que pase la verja.
La política no tiene na que ver con esto.
Me importa un bledo de quien es propiedad la roca, yo lo hago por otra cosa, ¿sabe usted?

Tenía una novia inglesa, Joan Garling, una chica guapa de verdá, honrá, buena y muy limpia.
Nos veíamos a diario, yo trabajaba en el Peñón, íbamos a casarnos, pero, mala pata, cerraron la frontera.

No sé si sa acordará usted, fue en el 69.

Primero quitaron el ferry que iba de Algeciras al Peñón, después los permisos de trabajo pa los españoles, luego cerraron a cal y canto la frontera.

Estuvimos años sin vernos, y aunque la escribía un día si y otro también, ella no pudo resistir la espera y acabó casándose con un paquistaní que tenía un bazar de electrodomésticos.

Me desgraciaron la vida y yo hago todo lo que está en mi mano pa joderlos y pagarles con la misma moneda.

Poco deportivo es el despecho.

viernes, febrero 23, 2007

Alla amatriciana

Hete aquí una sencillísima y sabrosa receta de pasta.
Cuatro consejillos a la hora de prepararla.
Hiérvala en abundante agua (1 litro por cada 100 gramos), sea generoso con la sal, no eche jamás aceite en el agua de cocción (no evita que la pasta se pegue) y cuézala siempre con la olla destapada.
No se exceda con el tiempo de cocción, es preferible que esté un poco dura, al dente.

La preparación que le propongo hoy, alla amatriciana, es originaria de la región del Lacio.
Si algún día tiene la oportunidad de visitar la maravillosa ciudad de Roma, no dude en acercarse al barrio del mercado central (Testaccio) y degustar este plato en cualquiera de los pintorescos restaurantes de la zona.

Recomiendo utilice spaghetti, bucatini, rigatoni, penne rigate o fusilli a la hora de preparar esta receta.

Ingredientes para 4 personas

400 gr. de pasta
Aceite de oliva (4 cucharadas soperas)
1 cebolla (finamente picada)
2 dientes de ajo (finamente picados)
1 vaso de vino blanco
200 gr. de panceta (cortada en tiras pequeñas)
1 hoja de laurel
Orégano seco (1 cucharada sopera)
400 gr. de tomate triturado
Pimienta de cayena (1 guindilla)
Pimienta negra
Sal
Queso pecorino rallado (si no lo encuentra puede sustituirlo por parmesano)

Vierta el aceite en una cazuela y dore a fuego suave la panceta.
Cuando esté ligeramente tostada añada la cebolla.
Sofríala durante unos diez minutos, adicione el vino blanco y deje cocer hasta que el líquido se haya evaporado.

Incorpore el ajo, deje dorar ligeramente y agregue el tomate triturado, el laurel, el orégano, la guindilla y un pellizco de sal.

Tras veinte minutos a fuego moderado la salsa estará lista.

Mezcle con la pasta hervida y añada pimienta negra y queso al gusto.

Puede acompañar la pasta con una ensalada de tomate, mozzarella, aceitunas negras y albahaca fresca ; de rúcula, queso de cabra, higos y piñones; de lechuga romana, hoja de roble, lollo rosso, tomate cherry y hojas de espinaca; de berros, manzana y nueces; de escarola, cebolla tierna y granada.

Tírese a la piscina y prescinda de la aburridísima ensalada de lechuga y tomate.
¡Deje volar la imaginación!

Buon Apettito!

miércoles, febrero 21, 2007

Alemanario

Mucha gente ignora que Clark Gable era de origen alemán.
El astro de la Metro nacido en Cádiz, la de Ohio, era hijo de un taciturno labriego germano aficionado a darle a la botella.
Eso es lo único que el actor heredó de su padre.

En 1942, el gran amor de su vida, la exquisita Carole Lombard, falleció en un accidente aéreo.
Clark se alistó en la aviación con el firme propósito de reducir Berlín a cenizas.
Gracias a Dios se pasó toda la guerra borracho y el bombardero que pilotaba no acertó jamás en el blanco.

Marlene Dietrich, famosa por su semblante gélido y su voz profunda de fumadora empedernida, proyectó otro estereotipo: el del alemán frío e impasible.
La realidad era muy distinta.
Cuando Frau Dietrich disfrutaba de verdad era cuando llegaba a casa y se quitaba el maquillaje de femme fatale.
No había mes en que no le llevara un termo de sopa de pollo a su amigo y vecino Billy Wilder. Pasaba los días libres tocando el piano, leyendo a Rilke o fregándole los suelos a Hemingway.

Recuerdo con desagrado esos días lluviosos en los que el autobús de línea iba hasta la bandera y siempre subía algún gracioso que gritaba el consabido “Subanestrujenbajen”.

Cuanto daño hicieron las películas bélicas que emitía Primera Sesión.
Para la gran mayoría un alemán seguía siendo aquel tipo siniestro con trinchera de cuero y pesadas botas.
Léase con acento alemán, por cada soldado del Reich muerto, fusilaremos a diez lugareños.

Las cosas cambiaron tras esos años terribles en que se disparó hasta extremos alarmantes la factura del gas.
Las botas militares fueron sustituidas por botas de agua. El alemán, aunque les cueste creerlo, ingenuo, inocentón y excesivamente sentimental; adora los jardines, los árboles y los animales.
He visto tiarrones arios de dos metros llorar por un erizo atropellado como llora la madre de un torero empitonado en la plaza.
Adolfo quería muchísimo a su perro, y eso que el hijo de mala madre era austríaco.

Para otros, el alemán es ese tipo barrigudo colorado que trasega cerveza en algún pueblo costero.
O el eficaz empresario que suele vestir fatal. Ya saben, peinado de guardameta del Werder Bremen, zapatones, americana de colores imposibles y corbata con motivos ecuestres o personajes de dibujos animados.

Si trabaja usted en una gran empresa, encomiéndese al Señor para que siga siendo de los alemanes y no caiga en manos de los yanquis.
Adiós a la media hora de almuerzo, al escaqueo, la charla con los compañeros, el bajar a por un café y a las bajas indefinidas. Eso si no le toca pasar por un detector de metales antes de fichar y cantar salmos a la hora de comer.

Respecto a los pieles rojas, los prefiero a los ingleses, estando a su lado tendrás que aguantar los gritos, pero jamás te romperán una silla en la cabeza.
¿Se rompe antes la silla o la cabeza?

Hablando de gritos, ¿qué me dicen de la aspirina?
Magistral invento de Felix Hoffmann, además de químico, visionario.
Se adelantó a su tiempo sabiendo que al cabo de unos años el mundo necesitaría como agua de mayo este remedio.
¿Cómo se soportan sino interminables sesiones de Wagner, desgañitados discursos, ruidosas acampadas e histéricos desfiles?

Lástima que Mozart fuera austríaco.

lunes, febrero 19, 2007

Un miedo negro

El póquer es un gran juego. Les aseguro a ustedes que cuando uno está ligando se olvida hasta de que tiene enfrente disparando por elevación a unos bolcheviques que han aprendido a ser artilleros media hora antes.


Son estas palabras de Juan Martínez. Nos situamos. Unos españoles de la farándula a los que la Revolución de Octubre ha sorprendido en Moscú juegan absortos una partida de póquer, que se alarga durante los nueve días que dejaron pasmado al mundo.
Es la única manera de sortear el terror que se ha apoderado de las calles de la capital.
Entre ellos se encuentra el bailarín flamenco Juan Martínez, natural de Burgos, y su mujer Sole. La historia nos la cuenta el gran periodista sevillano Manuel Chaves Nogales en su libro El maestro Juan Martínez que estaba allí, que acaba de publicar la no menos excelente editorial de Barcelona Libros del Asteroide.


Martínez es flamenco, de Burgos, bailarín. Tiene cuarenta y tres años, una nariz desvergonzadamente judía, unos ojos grandes y negros de jaca jerezana, una frente atormentada de flamenco, un pelo requetepeinado de madera charolada, unos huesos que encajan mal, porque, indudablemente, son de muy distintas procedencias –arios, semitas, mongoles–, y un pellejo duro y curtido como el cordobán.


Esta partida de póquer marca sin duda alguna una inflexión en sus vidas.
El matrimonio estaba afincado en París desde antes de la Gran Guerra.
Aceptó la oferta de un empresario turco para actuar en Constantinopla. El 26 de junio de 1914, dos días antes del atentado de Sarajevo, embarcó en Marsella rumbo al Imperio Otomano.
Allí disfrutó de la buena vida hasta que estalló la guerra.


Al principio la guerra no se notaba mucho, pero poco a poco todo fue cambiando. La gente tenía la cara cada vez más apretada, más dura. Ya no volvimos a ver caras anchas, abiertas, sonrientes, hasta muchos años después. Y, la verdad, creo que caras amables como las de antes de la guerra no se han vuelto a ver por las calles de Europa.


Ante el control cada vez más severo de los alemanes (en estos primeros capítulos uno se troncha de risa; después la risa se nos congela) en 1916 el matrimonio decidió probar suerte en la Rusia de los zares, donde la guerra parecía que se mantenía al margen.
Todo marchaba sobre ruedas (fiestas por todo lo alto con los aristócratas rusos) hasta que se produjo el golpe bolchevique. Entonces su vida se convirtió en una carrera por la supervivencia.


Ésta fue nuestra vida en las primeras semanas de régimen bolchevique. Cuatro horas haciendo de héroe en el portal; otras cuatro de plantón en la cola del pan; otras cuatro para pelear con los vecinos en las reuniones diarias del soviet de los inquilinos, y todas las horas del día y de la noche para pasar miedo, un miedo negro que no le dejaba a uno vivir. Indudablemente, era más cómodo pagar al casero.


Su vida se convirtió en una pesadilla. Viajando de Moscú a Petrogrado, de Petrogrado a Moscú, de Moscú a Kiev, de Kiev a Odesa, siempre sorteando el hambre y el terror.
Había que estar a bien con los bolcheviques, con los zaristas y con los cosacos (Me tomaban por judío en todas partes y me daban sustos terribles.). Comparados con los chequistas y especuladores rusos, los espías alemanes de Constantinopla eran como hermanas de la caridad. Finalmente una población exhausta, hastiada y demacrada le pedía a Dios que triunfaran los bolcheviques. De nuevo el cielo vacío de Europa. Pues, si dejamos a un lado todos los muertos que dejaron los ismos durante el siglo XX (que no caben en nuestro entendimiento) y los ardientes debates que aún generan los fantasmas del comunismo, no debemos olvidarnos de la enfermedad moral que éste sembró (como el nazismo y el fascismo) en todos los países que se vieron inundados por su terror. Las cárceles de los pueblos se convirtieron en verdaderos mataderos.

La vuelta de tuerca final de esta novela es digna de un maestro, ya que a pesar de todas las vicisitudes de Juan y Sole en la tierra de los soviets, su dolor era mucho más hondo y personal. Pasen y lean. No se arrepentirán.

Su autor, Manuel Chaves Nogales, nació en Sevilla en 1897. En 1922 emigró con su mujer e hijos a Madrid. Se convirtió en redactor jefe de El Heraldo. A finales de los años veinte visitó la Unión Soviética (mientras los geniales Ilf y Petrov rusos visitaban los Estados Unidos), viaje fruto del cual publicó La vuelta al mundo en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja.
Durante principios de los años treinta recorrió Europa, su gran pasión y en 1934 publicó El maestro Juan Martínez, que estaba allí. Poco después publicó Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, uno de los mejores libros taurinos jamás escritos, en el que el autor se eclipsa tras el torero, al igual que anteriormente se había eclipsado tras el bailaor flamenco. Fiel a la causa republicana, en 1937 huyó a Francia con su mujer y sus tres hijos asqueado por la radicalización del conflicto entre fascistas y bolcheviques.

Chaves Nogales se definía a sí mismo como un burgués liberal y más que español parece un periodista centroeuropeo, de esos que durante los primeros treinta años del siglo XX lucharon con todas sus fuerzas contra el ocultismo europeo decimonónico que se iba apoderando del viejo continente. En su momento ya pronosticó que el nuevo Estado que surgiera de la guerra civil española no iba a ser "ni colonia fascista ni avanzada del comunismo. Ni tiranía aristocrática, ni dictadura del proletariado. En lo interior, un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años, hasta que hayamos pagado la guerra. Rojo o blanco, capitán del Ejército o comisario político, fascista o comunista, probablemente ninguna de las dos cosas, o ambas a la vez, el cómite que nos hará remar a latigazos hasta salir de esta galerna, ha de ser igualmente cruel e inhumano. En lo exterior, un Estado fuerte colocado bajo la protección de unas naciones y la vigilancia de otras".

En 1937 publicó en Chile uno de los mejores libros que se han escrito sobre la guerra civil española, el volumen de relatos
A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.
En 1940 huyó a Inglaterra, dejando a su familia en París, con su mujer a punto de dar a luz.
En Inglaterra Chaves dirigió una agencia de noticias hasta su muerte en 1944 a resultas de una peritonitis.
Gracias por escribir, maestro.

Maximilian von Czernowitz

jueves, febrero 15, 2007

Sammy

¡Qué tío! ¡Menudo era!

Sammy Davis Jr. vino a este mundo el 8 de diciembre de 1925.
Sus jovencísimos padres, la puertorriqueña Elvira Sánchez y Sam Davis, trabajaban en una compañía de vodevil de ínfima categoría.
Con apenas cuatro años, empezó a ganarse los garbanzos dando taconazos sobre un escenario.
No tuvo oportunidad de ir a la escuela, aprendió a leer y escribir entre bambalinas y moldeó su forma de bailar y cantar observando a los integrantes de su compañía y yendo al cine.
A lo largo de su vida le acompañó una desmedida afición a los westerns y a las películas musicales, adoraba a Fred Astaire.

Transcurridos unos años conformó junto con su padre y su tío el Will Mastin Trio.
A finales de los años cuarenta era toda una estrella.
Pero Sammy fue más allá, no se conformaba con que lo respetaran únicamente como artista, quería que lo respetaran como persona.
Nunca se consideró un negro, sino un hombre más, y jamás logró entender porque alguien podía sentirse superior por una cuestión tan baladí como el color de la piel.
¿Un negro de origen latino, pequeño, escuchimizado y algo cabezón que ha triunfado artísticamente y se conduce como un blanco? ¡Inconcebible!
Sufrió un sinfín de humillaciones cuando cumplió con el servicio militar.
Pero cuantas más vejaciones sufría, más crecía su determinación.

No estaba dispuesto a representar el estereotipo del negro gracioso y tonto de baba que habían creado los blancos, el no iba a ser otro Tío Tom.
Impuso por contrato poder moverse a su antojo por los lugares donde actuaba, y no entrar y salir por la puerta de servicio como era norma entre los artistas de color.
En el hotel Last Frontier de las Vegas logró que le permitieran utilizar la piscina.
Un cliente sureño exigió que la vaciaran y la volvieran a llenar antes de tomar su baño.

Frank Sinatra, enemigo acérrimo de la discriminación racial, le ayudó mucho en ese sentido.
Sinatra y Davis compartieron cartel en repetidas ocasiones a finales de los años cuarenta.
Frank, hizo lo mismo por músicos como Billie Holliday o Count Basie, utilizó toda su influencia, que no era poca, para que Sammy y sus acompañantes fueran tratados con el mayor respeto.
Poco después conoció a Dean Martin, los tres se convirtieron en amigos inseparables.
De esta unión nacería el segundo relevo del Rat Pack, pero esa es otra historia que merece un capítulo aparte escrito en letras mayúsculas.
Sammy, fumador empedernido, no bajaba de las cuatro cajetillas diarias, se ganó el apodo de “Smokie”.

Estando en la cima de su éxito sufrió un aparatoso accidente de tráfico que le costó la pérdida de un ojo, a punto estuvo también de perder una de sus piernas.
Durante su convalecencia se convirtió al judaísmo, despertando todavía más las iras del grupo racista Consejo de los Ciudadanos Blancos y del Partido Nazi Americano.

Smokey redondeó la jugada casándose a principios de 1960 con May Britt, una atractiva actriz sueca, rubia de ojos verdes, que le pasaba dos cabezas.
Tras el asesinato de Kennedy los componentes del Rat Pack se fueron distanciando.
Davis, un poco hastiado de estrechar manos de senadores y mafiosos, y de los chistes sobre borrachos y secretarias, se sumergió de lleno en la cultura negra y se convirtió en entusiasta activista.
Marchó junto a Luther King en Birmingham, Alabama y se sumó a la histórica Marcha sobre Washington.
Fascinado por la subcultura de los sesenta, dejó de lado el smoking, lo sustituyó por trajes y levitas de vivos colores y empezó a tontear con las drogas.
Se divorció de May a finales de los 60 y contrajo matrimonio con Altovise Gore, una de las bailarinas que le acompañaban en su espectáculo.

Los setenta fueron años de excesos de todo tipo. Un febril ritmo de actuaciones, consumo inmoderado de cocaína, ácido, marihuana, whisky y vodka.
Las puertas de su casa estaban abiertas de par en par las 24 horas del día, llena hasta los topes de gorrones que vivían a su costa.
A lo largo de todas su vida fue un hombre muy desprendido. El dinero siempre estuvo para gastarlo.

Sinatra acudió de nuevo en su ayuda a finales de los setenta. Espantó a los buitres y puso algo de orden en la vida de su queridísimo amigo.
Consiguió rehabilitarse, y una vez limpio, se dedicó de nuevo a aquello que mejor sabía hacer, actuar.
En el 88, el “Viejo Ojos azules” quiso rememorar los viejos buenos tiempos y propuso a Dino y Smokie que se embarcaran en una gira conjunta.
Iban a pasarlo en grande, se emborracharían, reirían y harían el golfo como en su época de esplendor en Las Vegas.
Dean, deprimido por la reciente muerte de su hijo en accidente de aviación, achacoso e interesado únicamente en el golf y el JB, abandonó tras dos actuaciones.

Los tiempos habían cambiado.

Sammy siguió apareciendo en conciertos, películas y shows televisivos.
En 1989, en una gala celebrada en Florida para los capitostes de la General Motors, le falló la voz.
Le diagnosticaron un cáncer de garganta.
Cabía la posibilidad de extraer el tumor, pero eso suponía que no podría volver a cantar, la muerte en vida para Davis.
Prefirió someterse a penosas sesiones de radioterapia.
Falleció el 4 de febrero de 1990.

Sonará a tópico, pero ya no hay artistas como Sammy Davis Jr.
Bailarín impresionante, magistral cantante, percusionista, batería, parodiador excepcional (bordaba las imitaciones de sus actores y cantantes favoritos: Cagney, Bogart, James Stewart, Marlene Dietrich, Jerry Lewis, Jimmy Durante, Nat King Cole, Tony Bennett), todo un show man.
Un hombre generoso y valiente que se enfrentó al odio y la intolerancia sirviéndose de su inmenso talento.
¡Pura magia negra!

lunes, febrero 12, 2007

La ventana indiscreta

Supongo que me aficioné a ver la vida a través de una ventana cuando pasé un par de meses en una incubadora.

No sé si guardará relación, pero me asfixian los sitios cerrados.
Los ascensores, los túneles, los andenes de metro y los pisos con las cortinas echadas.

De pequeño pasaba las horas muertas mirando una y otra voz los discos de instantáneas de mi viejo visor fotográfico.
Me encantaba sumergirme en ese universo de monumentos, paisajes costeros y colores imposibles tan parecido al mundo en el que se movían personajes como Tintín.
Podía viajar uno a los lugares más recónditos, vivir mil y una aventuras y enfrentarse a los malos sin salir de su habitación y sin sufrir percance alguno.

La primera vez que pisé un cine estaba aterrorizado, le tenía pánico a la oscuridad.
Incluso hoy en día soy incapaz de dormir totalmente a oscuras.
Me da pavor no ver absolutamente nada, no tener una referencia espacial, no saber si ha aumentado el tamaño de tus pies, si la habitación ha menguado o si tu cabeza ha cambiado de sitio.

Antes de acostarse les recomiendo enciendan una lamparita y tengan siempre un espejo a mano.
De no tomar estas precauciones, puede que la primera cabezada se torne en sueño de los justos y se levanten siendo interrogados por un señor barbudo de lo más afable cargado con un enorme manojo de llaves mientras su cuerpo descansa en un nicho no más grande que los nuevos pisos de protección oficial.
En la negrura todo es posible.

Como les iba diciendo, estaba despavorido en mi butaca cuando de repente se puso en marcha el proyector. Desde aquel instante mágico supe que todo iría a las mil maravillas si no dejaba de mirar por esa ventana.
Mis sueños nocturnos cambiaron y tomaron la forma de películas, para que engañarnos, malísimas la gran mayoría de ellas.
Allí no había cargas suicidas, ni peleas de salón, ni abordajes piratas, ni duelos al sol, ni guerras de tartas; por no haber, no había ni final feliz, puesto que el pase siempre se veía interrumpido por el inclemente despertador.

Las clases pasaban mucho más rápido si había alguna ventana a mano.
El profesor me increpaba a menudo porque no prestaba atención a la pizarra.
Un examen oftalmológico reveló que más que un problema de atención era una cuestión de punto de vista.
Los mirones impenitentes acabamos siempre dependiendo de un par de ventanas.
El llevar gafas no me arredró.
No hay día en que me asome de nuevo a la luz huyendo de la penumbra.

Casi nadie se atreve a abrir las ventanas de par en par, la gran mayoría prefiere vivir en una cámara frigorífica.
Lo que está muy en boga es atisbar por el ojo de la cerradura.
Espectadores de mirada torva que disfrutan con el fango, la inmundicia y las miserias propias y ajenas.
Se escudriña a plena luz del día sin ninguna elegancia, respeto o sentido del pudor, el término intimidad ha caído en desuso.
Lo chocante es que los más fisgones suelen ocultarse tras gafas de sol y cristales tintados.

Es preferible la claridad de los ventanales.
Aunque se cierren todas las puertas, siempre quedará un ventanuco al que agarrarse.
No dejen de mirar, y por lo que más quieran, no se les ocurra saltar.

viernes, febrero 09, 2007

Coq au vin

El coq au vin (en francés, gallo al vino) es uno de los platos emblemáticos de la cocina francesa.
No es más que un sencillísimo estofado de pollo al que se le pueden añadir unas setas de temporada que en esta receta hemos sustituido por champiñones.

Siempre que utilice vino para cocinar; ya sea para guisar, marinar o para elaborar una salsa, le recomiendo que sea de una calidad media.
Prescinda de vinos peleones, confieren un gusto excesivamente ácido que puede desgraciarle el plato.
Un Rioja joven le sienta muy bien a la receta de hoy.
Encontrará fácilmente en cualquier supermercado estas marcas que rondan aproximadamente los 3 euros la botella:
Campo Viejo, Carta de Oro, Marqués de Griñón, Romeral, Faustino Rivero, San Asensio.


Ingredientes para 4 personas

1 pollo cortado en octavos
200 grs. de tocino ahumado (en dados pequeños)
2 cebollas medianas (finamente picadas)
2 dientes de ajo (finamente picados)
1 puerro (en juliana)
1 zanahoria (en juliana)
1 botella de vino tinto
200 grs. de champiñones en láminas (pueden ser frescos o en conserva)
2 ramitas de tomillo
2 hojas de laurel
Perejil picado (1 cucharada sopera)
Pimienta blanca
Aceite (4 cucharadas soperas)
Sal

Vierta el aceite en una cazuela y dore a fuego suave el tocino.
Cuando esté tostado, retírelo de la olla.
Salpimente los trozos de pollo y sofríalos durante aproximadamente 5 minutos en el aceite donde ha dorado el tocino, retírelo también.

Añada al aceite las cebollas, el puerro, la zanahoria y los ajos. Agregue una pizca de sal y poche las verduras a fuego moderado durante unos 10 minutos.

Incorpore el tocino, el pollo, el laurel, el tomillo y la botella de vino.

Transcurridos 45 minutos agregue los champiñones y el perejil y deje el guiso al fuego otro cuarto de hora.

Si el líquido no ha reducido lo suficiente, puede retirar el tocino, el pollo, las verduras y los champiñones y hervirlo hasta conseguir que quede una salsa bastante espesa.

Añada de nuevo todos los ingredientes sólidos y caliente el estofado.

Como guarnición nada mejor que un arroz basmati, unos calabacines o unas berenjenas a la plancha, unas patatas al horno o una ensalada al gusto aliñada con una vinagreta de mostaza: un buen chorro de aceite de oliva virgen extra, dos cucharadas soperas de vinagre (de Jerez, de sidra, de Módena) y dos cucharadas de café de la mostaza que más le guste.
Puede añadirle también alguna o varias hierbas secas o frescas (orégano, perejil,cebollino, eneldo, albahaca, estragón, cilantro, hinojo).

Voilà!

miércoles, febrero 07, 2007

Mañana de carnaval


Aborrezco el carnaval.

Me dan grima las escuelas de samba, las “maschera nobile venecianas”, las rúas, comparsas y chirigotas, los disfraces de supehéroe y los borrachos de Colonia, organizadísimos hasta para empinar el codo.

No lo soporto.

Huyo como de la peste de las manifestaciones colectivas de júbilo.

Léase una final de fútbol, un macrofestival, una visita papal o una sardinada popular.
Llámenme puntilloso, pero doscientas personas coreando al unísono me recuerdan a esos congresos de Nuremberg donde abundaban las piernas fornidas y el color pardo.

No me malinterpreten, me encantan las celebraciones.

Cito textualmente a Ignatius Reilly, encolerizado lector y durísimo censor de este blog, casi tan suspicaz como los que le hacían la vida imposible a Berlanga:

Y, un ruego, no vuelvas a escribir cuando vuelves de una francachela (seguro que esta palabra te gusta tanto como a Don Mariano Rajoy. Que curioso, escribes igual que este habla: "de matutes").

Le tomo la palabra a Ignatius, adoro las francachelas, claro que las mías distan mucho de las de Marianico el Corto.

El Presidente del Partido Popular pasa sus días de asueto en algún pazo gallego, dando cuenta de un buen chuletón en compañía de sus compañeros de pelotón ciclista.
La sobremesa se alarga hasta última hora de la tarde saboreando un escocés añejo y un buen habano, otra de las aficiones confesas del Sr. Rajoy.

La cuchipanda mileurista tiene otro cariz.
Muchas noches salgo a la calle con el patético propósito de emular a mis idolatrados Frank, Sammy y Dean.
La magia se rompe cuando la americana de confección barata apesta a fritanga y la cerveza nacional te sale por las orejas. Ya sé que el Bar Tini no es precisamente el Sands, ni Las Muñeiras el Stork Club, pero si algo me han enseñado mis padres es que en esta vida hay que perseverar.

Claro que una cosa es una velada espontánea y otra una fiesta impuesta por el calendario.

Antiguamente el carnaval daba rienda suelta a la permisividad, la licencia en las costumbres y la transgresión del orden establecido.

De todo ello poco queda ya.

¿Qué hay de transgresor en que lo diligentes empleados de la compañía de seguros Al Final del Túnel se vistan de enfermeras?
¿Qué demonios hace el Sr. Bartolí, apocado y tímido dueño de una pollería, bailando salsa disfrazado de ardilla?

Tras la juerga volverán los días de sumisión y penitencia, las cabezas agachadas y las bocas selladas, herencia de cuarenta años de dictadura paquista.

¿Hasta cuándo va a durar esta situación? ¿Es qué nadie se atreve a protestar en este país?
Basta ya de abusos y engaños.
Enfrentémosnos a nuestra penosa clase política.

Ansar admite después de cientos de miles de muertos que no había armas de destrucción masiva en Irak.
Acabemos con el lamentable uso que están haciendo politicastros de todo los pelajes de la huelga de hambre del psicópata De Juana Chaos.
Basta de especulación inmobiliaria, de destrozo ecológico, de pensiones ridículas y de contratos basura.
Hagamos uso del espíritu primigenio del carnaval los 365 días del año.
Puede que así consigamos desenmascarar de una vez por todas al hatajo de indeseables que nos gobierna.

martes, febrero 06, 2007

Hoy tuve un día muy difícil


El pasado 28 de enero el compositor checo Karel Svoboda se volaba la tapa de los sesos en su casa de Jevany en las afueras de Praga.

Nacido en la Navidad de 1938 en la Praga ocupada por los vocingleros muchachotes de pantalón corto, estudió para ser dentista, pero ya de joven vio que lo suyo era la música. Miembro de la legendaria banda de rock checo Mefisto, compuso para la compañía Laterna Magica y para cantantes como Karel Gott, Václav Neckář, Helena Vondráčková y Marta Kubišová, nombres que aquí no dicen nada, pero que en su país son verdaderas leyendas.
Por lo que seguramente muchos le conocerán es por ser el autor de la banda sonora de esa serie de animación alemana llamada La abeja Maya, que causó las delicias de muchas generaciones de niños y que una vez revisionada, no pierde ni un ápice de ternura y dramatismo.


Su segunda mujer encontró el cadáver de su marido en el jardín de su casa. No había tenido una vida fácil. Su primera mujer murió de cáncer, perdió una hija de su segundo matrimonio por el mismo motivo y él mismo se salvó por los pelos de un accidente de coche a finales de 2003. Pero seguramente ninguna de estas razones (de peso) le llevó a optar por un final tan drástico, pues los centroeuropeos saben capear cualquier contratiempo a base de un humor más negro que el café turco. Uno opta por creer que o bien abusaba del Becheróvka (ese licor de hierbas checo que produce alucinaciones) y veía a la abeja Maya por todas partes o bien, decidido a tirarse por la ventana de su casa de un piso (por eso Kafka se fue a vivir a con su hermana a una casita cerca del Castillo) y ver que la altura era insuficiente, decidió en última instancia agarrar la vieja pistola de su padre y ahorrarse el esfuerzo de volver a tener que subir las escaleras después de tirarse desde la ventana (que se lo digan sino a Roman Polansky).


Y es que no poder seguir la gran tradición checa de arrojarse uno mismo o arrojar a otro por la ventana tiene que suponer una gran frustración. Desde la famosa revuelta husita de 1419, cuyos caciques arrojaron por la ventana del ayuntamiento de Praga al alcalde y sus concejales, pasando por la fallida defenestración de 1618, que a pesar de caer los defenestrados sobre un montón de estiércol y salvar el pellejo provocó la guerra de los Treinta Años, hasta la defenestración del hijo del padre de la moderna nación checa Jan Masaryk, al que la policía secreta arrojó desde su apartamento un 10 de marzo de 1948, los checos se han pasado la vida arrojándose o arrojando a otros por la ventana.


Y Svoboda fue fiel a esta entrañable tradición centroeuropea hasta el penúltimo día de su vida, cuando por motivos ajenos a su voluntad tuvo que traicionarla. Cuando compuso la banda sonora de La abeja Maya seguro que la tenía en mente. La protagonista de la serie lo que quiere a todo costa es volar, cueste lo que cueste. Ignoramos si el escritor checo Bohumil Hrabal era seguidor de la serie, pero cuando vio aparecer por la puerta del hospital donde estaba ingresado a su biógrafa, decidió que lo mejor era arrojarse al vacío desde la ventana.

Quién mejor sino István Örkény, el escritor húngaro muerto en 1979, para rendirle un homenaje a Karel Svoboda (que en checo significa libertad) y a todos aquellos que juegan con las abejas en el abismo:


La muerte del actor (en traducción de Judit Gerendas)


Hoy en la tarde, en una de las calles laterales a la avenida Üllöi, perdió el conocimiento y cayó desmayado Zoltán Zetelaki, el popular actor.

Los transeúntes lo llevaron a la clínica más próxima , pero resultó vano todo intento por resucitarlo con los avances más recientes de la ciencia, incluido el uso de un pulmón de acero. El excelente actor, después de una larga agonía, falleció a las seis y media de la noche; su cuerpo fue trasladado al Instituto de Anatomía.

A pesar de ese trágico acontecimiento, la representación de esa noche de El rey Lear transcurrió sin contratiempos. A pesar de que Zetelaki se retrasó un poco, y en el primer acto se le notó extremadamente cansado (en algunos momentos fue evidente que requería de la ayuda del apuntador), luego se encontró a sí mismo, y la muerte del rey ya la representó con una fuerza tan convincente, que recibió un aplauso estruendoso.

Después lo invitaron a cenar, pero no fue. Se limitó a decir: “Hoy tuve un día muy difícil.”


Maximilian von Czernowitz

viernes, febrero 02, 2007

Al rico gulash

Me complace presentarles en esta nueva entrega gastronómica, la receta del gulash, un guiso de origen húngaro muy popular en toda Centroeuropa.
El gulash es en realidad una sopa de pastores que dio pie a distintas variedades de estofados: pörkölt, paprikás y tokány.

La cocina no es una ciencia exacta, y al igual que sucede con una gran variedad de platos populares, existen infinitas fórmulas de prepararlo.
Me he permitido la licencia de darle un ligero toque mediterráneo a este plato que ya preparaban mis ancestros, sustituyendo por otros, algunos ingredientes difíciles de conseguir en nuestro país.


Ingredientes para 4 personas

½ kg de carne de ternera para estofado cortada en dados medianos
2 cebollas grandes (finamente picadas)
2 dientes de ajo(finamente picados)
Aceite (1 buen chorro)
Mantequilla (2 cucharadas soperas)
Tomate triturado (6 cucharadas soperas)
2 pimientos verdes (cortados en tiras)
1 pimiento rojo (cortado en tiras)
1 vaso de vino blanco
Pimentón dulce (1 cucharada sopera)
Pimentón picante (1 cucharada de café)
Pimienta blanca (media cucharada de café)
Comino en grano o molido (1 cucharada de café)
2 hojas de laurel
Sal
Harina

Enharine los trozos de carne, procurando que no queden excesivamente enharinados.
Déle unos ligeros golpes a la carne para eliminar el exceso de harina.
Caliente a fuego medio un buen chorro de aceite y dos cucharadas soperas de mantequilla en una cacerola.
Añada, de uno en uno, los trozos de carne y sofríalos hasta que queden dorados.
Retírelos y resérvelos en un plato colocándolos sobre papel de cocina para eliminar el exceso de grasa.

Quite algo de aceite y de mantequilla de la olla donde ha sofrito la carne.
Ponga la cacerola a fuego moderado e incorpore las 2 cebollas finamente picadas.
Agregue una pizca de sal y poche las cebollas durante unos 10 minutos.

Suba ligeramente el fuego y añada el ajo finamente picado, el vaso de vino blanco y las dos hojas de laurel.
Cuando el vino se haya evaporado casi en su totalidad, vierta la media lata de tomate triturado.
Transcurridos unos 5 minutos, adicione el pimentón dulce, el pimentón picante, la pimienta blanca y el comino.
Añada al instante la carne, una pizca de sal y cubra con 1 litro de agua.

Deje cocer a fuego moderado durante una hora.
Transcurrida la hora, incorpore las tiras de pimiento verde y rojo y déjelo al fuego otro cuarto de hora.

Este plato puede servirse con una guarnición de arroz o pasta.
Unas patatas hervidas o al vapor le sientan de maravilla.
También es un excelente acompañamiento una ensalada ligera (de distintas lechugas; de pepino aliñada con limón y eneldo; de tomate, cebolla y queso fresco; de manzana, zanahoria, apio y nueces).

Jó etvágyat!