Un miedo negro
Son estas palabras de Juan Martínez. Nos situamos. Unos españoles de la farándula a los que la Revolución de Octubre ha sorprendido en Moscú juegan absortos una partida de póquer, que se alarga durante los nueve días que dejaron pasmado al mundo.
Es la única manera de sortear el terror que se ha apoderado de las calles de la capital.
Entre ellos se encuentra el bailarín flamenco Juan Martínez, natural de Burgos, y su mujer Sole. La historia nos la cuenta el gran periodista sevillano Manuel Chaves Nogales en su libro El maestro Juan Martínez que estaba allí, que acaba de publicar la no menos excelente editorial de Barcelona Libros del Asteroide.
Martínez es flamenco, de Burgos, bailarín. Tiene cuarenta y tres años, una nariz desvergonzadamente judía, unos ojos grandes y negros de jaca jerezana, una frente atormentada de flamenco, un pelo requetepeinado de madera charolada, unos huesos que encajan mal, porque, indudablemente, son de muy distintas procedencias –arios, semitas, mongoles–, y un pellejo duro y curtido como el cordobán.
Esta partida de póquer marca sin duda alguna una inflexión en sus vidas.
El matrimonio estaba afincado en París desde antes de la Gran Guerra.
Aceptó la oferta de un empresario turco para actuar en Constantinopla. El 26 de junio de 1914, dos días antes del atentado de Sarajevo, embarcó en Marsella rumbo al Imperio Otomano.
Allí disfrutó de la buena vida hasta que estalló la guerra.
Al principio la guerra no se notaba mucho, pero poco a poco todo fue cambiando. La gente tenía la cara cada vez más apretada, más dura. Ya no volvimos a ver caras anchas, abiertas, sonrientes, hasta muchos años después. Y, la verdad, creo que caras amables como las de antes de la guerra no se han vuelto a ver por las calles de Europa.
Ante el control cada vez más severo de los alemanes (en estos primeros capítulos uno se troncha de risa; después la risa se nos congela) en 1916 el matrimonio decidió probar suerte en la Rusia de los zares, donde la guerra parecía que se mantenía al margen.
Todo marchaba sobre ruedas (fiestas por todo lo alto con los aristócratas rusos) hasta que se produjo el golpe bolchevique. Entonces su vida se convirtió en una carrera por la supervivencia.
Ésta fue nuestra vida en las primeras semanas de régimen bolchevique. Cuatro horas haciendo de héroe en el portal; otras cuatro de plantón en la cola del pan; otras cuatro para pelear con los vecinos en las reuniones diarias del soviet de los inquilinos, y todas las horas del día y de la noche para pasar miedo, un miedo negro que no le dejaba a uno vivir. Indudablemente, era más cómodo pagar al casero.
Su vida se convirtió en una pesadilla. Viajando de Moscú a Petrogrado, de Petrogrado a Moscú, de Moscú a Kiev, de Kiev a Odesa, siempre sorteando el hambre y el terror.
Había que estar a bien con los bolcheviques, con los zaristas y con los cosacos (Me tomaban por judío en todas partes y me daban sustos terribles.). Comparados con los chequistas y especuladores rusos, los espías alemanes de Constantinopla eran como hermanas de la caridad. Finalmente una población exhausta, hastiada y demacrada le pedía a Dios que triunfaran los bolcheviques. De nuevo el cielo vacío de Europa. Pues, si dejamos a un lado todos los muertos que dejaron los ismos durante el siglo XX (que no caben en nuestro entendimiento) y los ardientes debates que aún generan los fantasmas del comunismo, no debemos olvidarnos de la enfermedad moral que éste sembró (como el nazismo y el fascismo) en todos los países que se vieron inundados por su terror. Las cárceles de los pueblos se convirtieron en verdaderos mataderos.
La vuelta de tuerca final de esta novela es digna de un maestro, ya que a pesar de todas las vicisitudes de Juan y Sole en la tierra de los soviets, su dolor era mucho más hondo y personal. Pasen y lean. No se arrepentirán.
Su autor, Manuel Chaves Nogales, nació en Sevilla en 1897. En 1922 emigró con su mujer e hijos a Madrid. Se convirtió en redactor jefe de El Heraldo. A finales de los años veinte visitó la Unión Soviética (mientras los geniales Ilf y Petrov rusos visitaban los Estados Unidos), viaje fruto del cual publicó La vuelta al mundo en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja.
Durante principios de los años treinta recorrió Europa, su gran pasión y en 1934 publicó El maestro Juan Martínez, que estaba allí. Poco después publicó Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas, uno de los mejores libros taurinos jamás escritos, en el que el autor se eclipsa tras el torero, al igual que anteriormente se había eclipsado tras el bailaor flamenco. Fiel a la causa republicana, en 1937 huyó a Francia con su mujer y sus tres hijos asqueado por la radicalización del conflicto entre fascistas y bolcheviques.
Chaves Nogales se definía a sí mismo como un burgués liberal y más que español parece un periodista centroeuropeo, de esos que durante los primeros treinta años del siglo XX lucharon con todas sus fuerzas contra el ocultismo europeo decimonónico que se iba apoderando del viejo continente. En su momento ya pronosticó que el nuevo Estado que surgiera de la guerra civil española no iba a ser "ni colonia fascista ni avanzada del comunismo. Ni tiranía aristocrática, ni dictadura del proletariado. En lo interior, un gobierno dictatorial que con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años, hasta que hayamos pagado la guerra. Rojo o blanco, capitán del Ejército o comisario político, fascista o comunista, probablemente ninguna de las dos cosas, o ambas a la vez, el cómite que nos hará remar a latigazos hasta salir de esta galerna, ha de ser igualmente cruel e inhumano. En lo exterior, un Estado fuerte colocado bajo la protección de unas naciones y la vigilancia de otras".
En 1937 publicó en Chile uno de los mejores libros que se han escrito sobre la guerra civil española, el volumen de relatos
A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España.
En 1940 huyó a Inglaterra, dejando a su familia en París, con su mujer a punto de dar a luz.
En Inglaterra Chaves dirigió una agencia de noticias hasta su muerte en 1944 a resultas de una peritonitis.
Gracias por escribir, maestro.
Maximilian von Czernowitz
2 comentarios:
Lolabech está entusiasmad@, le están saliendo buenos amigos. Le voy a linkar inmediatamente (aunque eso suene a amenaza). Le recomiendo un paseo por enciclopediabcn.blogspot.com, un blog compartido con el que pretendemos poner a Barcelona en su sitio. Si le apetece participar déjeme un comentario en lolabech con el mail y le envio la carta fundacional.
Salut!
Tomo buena nota de lo expuesto.
Paso a linkearle también.
Seguimos en contacto.
Reciba un cordial saludo,
Ivo
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