Ahora que se hace cada vez más difícil ir al cine para pasar un buen rato y evadirse de la triste realidad, uno tiene que acudir a su videoteca y buscar un par de esas películas que le alegran a uno el día y que despiertan nuestra envidia por el buenhacer artístico de nuestros antepasados.
Una de las películas que sin duda se merece volver a ver es
El tesoro de Sierra Madre del añorado John Huston.
Como en los grandes clásicos (también de la literatura) se aúnan la aventura, el entretenimiento y el exotismo, sin perder un ápice de crítica social.
Pocas veces encontramos una descripción tan bien lograda de la avaricia humana, mientras asistimos pegados al sillón a las desventuras de ese trío de buscadores de oro en tierras mexicanas.
Para ello John Huston adaptó a la pantalla la novela del mismo título, publicada veinte años antes y que se había convertido en un éxito de ventas en Alemania.
Buscó la complicidad de unos actores que se salen de la pantalla y una vez terminada la Segunda Guerra Mundial se reunió con un tal Hal Croves, el supuesto agente del autor, en el Hotel Reforma de la ciudad de México y en Acapulco.
Huston no sabía que estaba negociando las condiciones de la adaptación con el mismo autor de la novela, B. Traven, que durante el rodaje haría muy buenas migas con Humphrey Bogart en San José Purúa, un balneario del estado de Michoacán.
La película fue todo un éxito, pero el misterio del autor siguió sin ser descubierto.
¿Quién era ese hombre, típico producto de la paradójica cultura germánica, anarquista y antisemita al mismo tiempo, que había conquistado, al por otra parte poco propenso a relacionarse con los alemanes, Humphrey Bogart?
La vida y obra de B. Traven sintetiza como pocas el devenir del siglo XX.
Autor de clásicos del género de aventuras como
El barco de la muerte,
Los pizcadores de algodón,
El tesoro de Sierra Madre o
Puente en la selva, Traven fue un precursor de los escritores invisibles, un buen conocedor de los modelos de la literatura de aventuras, a los que dio la vuelta en sus novelas, adaptándolos a los locos años que se vivían Europa por entonces.
Las teorías sobre su origen son múltiples, pero yo estoy convencido, porque no dejo de ser un hombre sentimental, que nació a finales del siglo XIX en alguna localidad de Silesia, esa hermosa y próspera región que Federico de Prusia arrebató a María Teresa a mediados del siglo XVIII (y que ya entonces era uno de los principales exportadores europeos a América).
Feige/Marut/Torsvan/Traven fue novelista, actor teatral y revolucionario en esos convulsos años europeos, que ya gestaban en su vientre la semilla de los totalitarismos.
Así que después de un matrimonio fracasado y una hija a la que nunca reconoció, una meteórica carrera en los escenarios alemanes y su participación para la proclamación de la República Socialista de Baviera, Traven decidió hacer las Américas, pasando primero por Londres.
Parece ser que se enroló como carbonero en un mercante noruego, pero en una escala en Tenerife desapareció.
Nadie sabe cómo en 1924 estaba ya instalado en Tampico (donde viviría hasta 1931), ejerciendo los trabajos más inverosímiles.
Ya había sobrepasado los cuarenta y su experiencia era larga.
Empezó a escribir como poseído por el demonio de la creación y rápidamente la recién creada editorial alemana Büchergilde Gutenberg le hizo un contrato en exclusiva.
Durante seis años se dedicó a viajar (participó en una expedición arqueológica a la famosa Chiapas, que ahora está en boca de todos los alternativos de salón) y escribir. Mientras sus libros se vendían como churros en Alemania (aunque con una sintaxis desmañada, sus ficciones cautivaron a cientos de miles de lectores), Traven, quizá por miedo a los asesinos a sueldo, decidió mantener el anonimato.
En julio de 1930 consiguió una tarjeta de residencia a nombre de Traven Torsvan, ingeniero norteamericano (¡viva la mordida!) y a partir de entonces utilizó varios pseudónimos, entre ellos el más conocido el de B. Traven (ya en Alemania firmaba sus encendidos escritos revolucionarios con el nombre de Ret Marut; incluso llegó a publicar en Solidaridad Obrera durante la guerra civil española).
Sin embargo, con la llegada de los pardos al gobierno de Alemania, los libros de Traven fueron prohibidos y el autor se vio obligado a buscarse editor en Suiza y Holanda.
A partir de 1934 se empezaron a publicar las traducciones inglesas de sus novelas.
Tal como escribe el argentino Ricardo Piglia el tren es un lugar mítico para la literatura y es allí donde se forjó el éxito internacional de Traven.
En un tren camino de un pueblecito de Michoacán viajaba Esperanza López Mateos, traductora y directora de la editorial mexicana Masas y hermana del que fuera presidente de la república entre 1958 y 1964.
Había quedado con B. Traven para hablar de su obra y traducirla al español (lo que haría a partir de 1941).
Viajaban uno al lado del otro sin saberlo hasta que se encontraron de nuevo en el andén. Ella se convirtió en su agente y traductora al español y consiguió que su obra se conociera en todo el mundo.
Sin embargo, en 1951 López Mateos cayó en la tentación del suicidio en el país de la muerte.
Un año después Traven conoció a Rosa Elena Luján, que vino a suplantar la figura de la primera, y ésta se convirtió en su nueva agente, traductora al español, secretaria y heredera de sus derechos, y con la que se casó en 1957.
El mito de B. Traven se fue extendiendo por todo el mundo, pero él ya no escribiría nada con la fuerza de sus primeras novelas.
El 26 de marzo de 1969 Traven falleció en su domicilio de la calle Mississippi 61 de México D.F.
En España sigue buscando editor.
Maximilian von Czernowitz