El casero les desea Felices Fiestas
En uno de los pisos vive una señora nonagenaria, madre de un eminente político, antiguo alcalde y ministro, no daré más señas, no tengo intención de amanecer cubierto de algas, con cincuenta kilos de cemento en los pies bajo el casco de una Golondrina.
Esta mujer, que supongo pagará un alquiler tan ridículo como su pensión, vive en condiciones realmente precarias, rozando el umbral de la pobreza.
Hombre piadoso nuestro bienamado arrendador, reza a diario y pide en sus oraciones que esta buena mujer abandone de una vez este valle de lágrimas y deje de sufrir, así podrá dividir su vivienda en cuatro despachos por los que pedirá una insignificante renta.
Suele verse al arrendatario como a un universitario descerebrado y poco amigo del mobiliario urbano que música a todo volumen convierte su morada en una porqueriza infestada de greñudos que abusan de mil y una sustancias, un multitudinario botellón sin fin, Sodoma y Gomorra.
El otro perfil de alquilador es el del magrebí o subsahariano que comparte caja de cerillas con sus cincuenta y dos compañeros de patera. Ya se sabe, pasado Algeciras la higiene brilla por su ausencia. El recoleto pisito plagado de moscas, chinches, cucarachas y vaya usted a saber qué, el hedor que desprenden sus zapatos baratos almacenados en el descansillo, los moros tienen la curiosa costumbre de descalzarse incluso en la iglesia, mezclado con el olor a sudor, cebolla, cordero degollado y especias exóticas, resulta francamente nauseabundo.
Eso siempre que se trate de diligentes jornaleros o porteadores, en el peor de los casos tendrá usted en su casa una célula islamista, con el consiguiente riesgo de que su apreciada posesión vuele en mil pedazos.
Con los abueletes suele pasar algo parecido, con la edad se vuelven cada vez más despistados, y amantes como son del brasero y de la catalítica, además de un estorbo son una constante amenaza de bomba. Dichosa manía la de aferrarse con tanta fuerza a la vida. Criando malvas en el camposanto estarían mucho más cómodos que en sus gélidas vivendas de renta vitalicia.
El honrado propietario está totalmente desamparado. La única manera de librarse de la chusma es cobrando unos alquileres más que jugosos. El dinero da fuste y distinción. El casero vela constantemente por nuestros intereses. Subimos el alquiler para protegernos y para proteger al resto de vecinos, aluden. Si van a vivir un montón de extracomunitarios asquerosos hacinados entre cuatro paredes, por lo menos que paguen. Eso sí, la procedencia del dinero les importa un bledo.
Es tal el celo de nuestro querido arrendante, que durante años impidió que los moradores subieran al terrado a tender la ropa. Adujo motivos de seguridad.
“No permito que nadie suba porque muchos se tiran”.
¿Eso antes o después de haberle pagado el mes?
Más tarde se decubrió que había dado su beneplácito, sin haber consultado a los vecinos, para que instalaran una antena de telefonía en el “terrado de los suicidas”, cosa que le hubiera ocasionado pingües beneficios. Gracias a Dios, la presión vecinal ha conseguido parar las obras.
La Navidad está a la vuelta de la esquina, paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.
De los miserables que llenan sus arcas aprovechándose de los más desfavorecidos, poco se puede decir.
Nosotros celebraremos las fiestas con familiares y amigos.
Los malditos especuladores se sentirán la mar de acompañados rodeados de su cochino dinero. Que les aproveche.
2 comentarios:
¡Felices fiestas Ivo!
¡Que el nuevo año depare nuevos y estupendos artículos del blog!
¡Larga vida a las flexiones y reflexiones!
Por cierto, esta noche me voy a perder la fiesta-homenaje al hombre entre hombres, al hombre shake it shake it, al hombre de la melena impecable, al hombre cuya juventud supera con creces su edad (antes de fallecer). ¡Gracias por haber existido estés donde estés James!
¡Un fuerte abrazo y que el 2007 entre con buen pie!
emilio
Lo mismo te deseo, sobrino.
Felicísima entrada de año.
Say it loud, I'm black I'm proud!!!
¡Puño en alto enguantado!
En breve artículo de homenaje al Padrino.
Un fuerte abrazo,
Ivo
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