Florence
Los oficiales del Royal Flying Corps disfrutaban de un merecido permiso navideño.
Tras una cena a base de pavo con guarnición, pudin y un excelente Borgoña, celebraron el tradicional oficio religioso donde, además de los villancicos a la luz de las velas, se recordó y honró a todos los valientes del regimiento caídos en combate.
Al salir de la iglesia se dirigieron al pub Almirante Nelson dispuestos a acabar con todas las existencias.
Los hermanos Huw y Tom Morgan, como buenos galeses, no tardaron ni dos minutos en sentarse al piano.
A pesar de la alegría reinante, Ronald McCudden no estaba de muy buen humor esa noche, se sentía muy lejos de su ciudad natal, de los suyos y de su prometida.
Hasta que apareció ella, Florence, una preciosa muchacha pelirroja de ojos verdes que servía pintas en la barra y ocasionalmente cantaba entre las mesas.
Había visto la mirada triste de Ronald en cientos de soldados. Ella también se sentía muy sola esa noche. Su padre, marino de oficio, había abandonado a su familia hacía mucho tiempo, su madre, aficionada a la ginebra, vagaba por los muelles como un alma en pena.
Al momento se sintieron muy a gusto el uno con el otro, pese a su vulgaridad, Ronald quedó encantado con las espontaneidad y jovialidad de Florence; a Florence le pareció un joven sensible y refinado, todo un caballero. La acompañó a la habitación de su pensión cuando el bar cerró sus puertas.
Quedaron en verse por la mañana. Al día siguiente le regaló el sombrero más bonito que había visto en su vida, le prometió que se lo pondría todos los domingos para ir a misa, iba a ser la envidia de todo el vecindario.
Pasaron unos días maravillosos, la felicidad de la pareja se truncó a principios de año. Tenía que partir a Calais y unirse a su regimiento.
Le explicó a su vez que pertenecía a una familia muy antigua y considerada, que estaba prometido desde hacía años, y que a pesar de haber disfrutado mucho estando con ella, no podía volver a verla. Depósito varios billetes en su mano y le deseo buena suerte.
Dos semanas después, el avión que pilotaba fue abatido en Auixi Le Chateau.
27 de septiembre de 1917, ocho y veinte de la tarde
Causa de la defunción:
la paciente Florence Allingham de 19 años de edad, cuadro de anemia, tuberculosa, falleció a causa de múltiples hemorragias después del parto. El niño nació muerto. Padre desconocido.
Madre e hijo recibirán sepultura en la fosa común.
Entre sus escasas pertenencias se ha encontrado, además de un ajado vestido y un sombrero, esta fotografía que tal vez nos ayude a dar con el paradero de algún familiar, amigo o conocido.
Dr. Arthur F. Bell
Hospital del Buen Samaritano
Dover
La ilustración es de Oriol Roca. No pueden perderse su impresionante blog:
http://oriolator.blogspot.com/
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