jueves, noviembre 23, 2006

Con la comida no se juega

Anoche, por motivos laborales, mi padre y yo nos vimos obligados a comer y cenar con unos señores alemanes para los que trabajamos en calidad de distribuidores.

Mi señor padre hizo de tripas corazón y, por expreso deseo de ellos, los llevó de tapas al Maremagnum. El pobre comió fatal, y sudó la gota gorda pendiente de que a los germanos no les volaran bolsos y carteras y de que no fueran golpeados brutalmente y arrojados al mar por los porteros y vigilantes de tan distinguido recinto.
Huelga decir que ellos disfrutaron muchísimo y cantaron las excelencias del yantar, del vino, del sol y de la suave brisa. Les gustó tanto que propusieron volver por la noche.

Mi progenitor me rogó encarecidamente que buscara una alternativa, a pesar de haber superado la edad de la jubilación, siente mucho apego por la vida, y no tenía ningunas ganas de morir a manos de una mala fritura o de un buen Latin King.

Optamos por reservar mesa en nuevo local del Borne. Antiguo palacete reconvertido en restaurante, decoración exquisita, camareros sonrientes con gafas de diseño, piano de cola y guitarra bossa nova, precios con muchos dígitos. Pedí suprema de bacalao confitado con coulis de tomate seco, cebollitas caramelizadas, muselina de aceitunas arbequinas y reducción de no sé qué; reducido si que era, en la inmensidad del plato descansaban una tajadita de bacalao, dos aceitunas solitarias y varios manchurrones de distintos colores, imposible matar el hambre a base de pan, dos micropanecillos de sésamo y frutos secos no fueron suficientes.

Nuestros ilustres invitados, es un decir, gracias a Dios abonaron ellos la dolorosa, estaban maravillados. Barcelona les pareció en ese momento, sirva como atenuante que habían efectuado una cata de vinos y se habían tomado varias cañas y un par de caipirinhas, amén del Chardonney y de los orujos con los que regaron la cena, la cuna y el buque insignia de la gastronomía mundial.

Cierto es que la Ciudad Condal está plagada de restaurantes y bares, los libros más vendidos son los recetarios y proliferan los programas sobre cocina y gastronomía, cada canal de televisión tiene su cocinerete, pero, curiosamente, cada vez comemos peor.
¿En cuántos de estos establecimientos ofrecen un producto decente? ¿Qué fue de la honesta casa de comidas o de la fonda? ¿Dónde fueron a parar los menús que dejaban satisfecho y no agujereaban el bolsillo?

El furibundo esnobismo del que Barcelona ya hace muchos años que hace gala ha acabado con el mantel de hule, el vino a granel decente, la sopa de caldo, los guisantes con jamón, los estofados, las frituras de pescado azul, los fideos a la cazuela, las legumbres, los potajes, la verdura del tiempo, las croquetas como Dios manda, la canastilla llena de pan, los flanes caseros, el arroz con leche y la fruta de postre.

Hoy en día, los restaurantes de cubierto económico sirven ponzoña, los de categoría media quieren emular a los buscadores de estrellas Michelin y cocinan basura y los de alto nivel te dejan con el estómago y la cartera vacíos.

Mientras los gurús de los fogones deconstruyen, emulsionan y thermomixean, la dieta de la gente de a pie se compone de precocinados, envasados, conservas y congelados.
Ir al supermarcado resulta una experiencia aterradora ¿Han visto alguna vez algo con vida en las cestas de la compra? ¿Se han fijado en la bazofia que coloca la gente en la cinta transportadora de la caja? A veces tengo ganas de preguntarle a la persona que tengo delante en la cola si tendrá suficientes arrestos para meterse entre pecho y espalda tamaña porquería.
Tortillas y ensaladas envasadas, arroz y pasta que se cuecen al minuto, platos que sólo requieren pasar por el microondas, sopas deshidratadas.

Entiendo que las exigencias de la vida moderna resten tiempo para guisar y disfrutar de una buena mesa, pero creo que el problema va más allá, la gente no quiere invertir ni diez minutos de su sagrado tiempo en ponerse el delantal. Comer bien no supone sólo cocinar, también hay que limpiar el desaguisado y hacer la compra ¿Para qué perder el tiempo? Dele a la ruedecita de la central nuclear que tiene instalada en su sala de vivisección, timbre de aviso y a comer.
Buen provecho y veinte años menos de vida.

La realidad es muy distinta a la que nos quieren vender. Mucho maridaje, fusión y dieta mediterránea, mucha guía, mucho chef premiado, mucho prestigio y mucha tontería ¿A quién pretenden engañar? El barcelonés medio se alimenta fatal.
Un conocido me comentó que el mejor suquet de pescado que ha probado en su vida se lo sirvió un cocinero filipino en un restaurante de Oslo.

Para que luego presuman.

5 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Que sí, que sí...
Hoy mismmo acabo de plantar una habas que nos comeremos en tres o cuatro meses. Todo natural, todo orgánico. Visca las faves a la catalana!
Estais invitados, por cierto.
Un abrazo

Bruno i Ester

9:23 p. m.  
Blogger Ivo von Menzel ha dicho...

Estimados Burno y Ester,
¿Qué tal todo?
conste en acta que tampoco soy defensor de los productos cien por cien biológicos, una porque no me fío, otra por el precio, señores, yo no me puedo permitir el lujo de gastarme cinco euros en una lechuga.
Estoy a favor de la cocina de supermercado mileurista, recetas rápidas, baratas y saludables.
Y se puede.
Prescinda de la lasaña precocinada, hierva algo de pasta de buena calidad y alíñela con un buen aceite de oliva virgen, orégano, albahaca, ajo al gusto, media guindilla y un poco de parmesano, acompáñela de una ensalada. Obvíe la típica ensalada de tomate raquítico, lechuga para caballo percherón y dos aceitunas. Hay una variedad infinita de ensaladas.
Pruebe a cenar una sopa o una crema de verduras (casera, por supuesto), carne a o pescado (hay opciones muy económicas) acompañadas de un salteado de verduras (huya de los salteados congelados, purito porespán). Hay mil tipos de tortillas, prepárase un buen caldo de sopicaldo (hay buenos cubitos) y échele lo que de la gana. Recurra al horno (cualquier pescado congelado o unas doraditas de piscifactoria), fondo de patatas y cebollas, previamente salteadas, tomates, ajo, vino blanco y hierbas al gusto (el tomillo le va al pelo), cuarto de hora, veinte minutos y a disfrutar.
Y la maravillosa y rapidísima plancha.
Pinchos, butifarras, pollo, verduras, pescados ¡Barato y rapidísimo!
¿Y cocinar un estofado o un potaje después de la ardua jornada laboral?
Le llevara un cuarto de hora sofreir todos los ingredientes, cubra con caldo, vino a agua y hierva al amor de la lumbre hora y media, dos. Mientras lo elabora puede tomarse un vinito o unas cervezas mientras departe con la pareja, a la mierda la programación televisiva vespertina.
Al día siguiente, calentar y servir, reposado está mucho mejor.
¿Y la cocina al vapor? Fulminante y sanísima
Y todo con ingredientes que encontrará sin dificultad en cualquier supermercado.
Así de sencillo.
Quedo a la espera de estén al punto las habas. Pequeñas mucho mejor. Yo me encargo del anís.

Un fuerte abrazo,

Ivo

11:53 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Hola Ivo! No se si te acordaras de mi ya que hace unos cuantos anos que nos conocimos. Perdona mi ordenador no tiene "~". Creo que sin darte cuenta me fowardeaste la direccion de tu blog.
Y tengo que decirte que me encanta como escribes y lo que escribes! Tus descripciones de como esta cambiando Barcelona las leo con mucho interes!
Deberias intentar publicar tus relatos!
Un saludo desde Londres,
Helena.

3:20 p. m.  
Blogger Ivo von Menzel ha dicho...

Hola Helena,
¿Cómo estás? ¿Todo bien por el Imperio?
Por supuesto que me acuerdo de ti.
Agradezco mucho tus amables palabras y celebro que te guste el blog.
Reitero mi agradecimiento.
Seguimos en contacto.

Un abrazo,

Ivo

5:01 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

TOTALMENTE DE ACUERDO... ES CULPA DE LA AVARICIA. NADIE DA DUROS A CUATRO PESETAS ... PERO LO DE LA MAYORÍA DE RESTAURANTES DE BARCELONA ES UNA VERGUENZA!
LAS ÚNICAS SOPAS DECENTES QUE HE COMIDO ÚLTIMAMENTE EN UN RESTAURANTE HAN SIDO LAS DE LOS RESTAURANTES CHINOS ( MUCHAS VECES INJUSTAMENTE ATACADOS). QUE VIVAN LOS CHINOS !

4:42 p. m.  

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