jueves, abril 26, 2007

Ayer tuve un sueño



Hace casi treinta años, los arquitectos de nuestro Estado escribieron las magníficas palabras de la Constitución.
Firmaron un pagaré del que todo español habría de ser heredero.

Este documento era la promesa de que a todos los hombres les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Uno de sus nuevos artículos rezaba lo siguiente:
todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.
Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.
La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos.


Este gran paso supuso un rayo de luz y de esperanza para millones de inquilinos chamuscados en las llamas de una marchita injusticia.
Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio.

Pero, transcurrido tanto tiempo, el arrendatario aún no es libre; treinta años después, la vida del alquilador está aún tristemente lacerada por las esposas del abuso y las cadenas de la discriminación; treinta años después, el morador vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; treinta años después, el ocupante todavía languidece en las esquinas de la sociedad y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Es obvio hoy en día, que España ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos de alquiler.
En lugar de honrar esta sagrada obligación, nuestro país ha dado a los locatarios un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes".

Pero me niego a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado.
Rehuso aceptar que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, ayer tuve un sueño.

Soñé con el día cercano en que reventará la burbuja inmobiliaria y los constructores y agentes de la propiedad irán a la quiebra.

Soñé que un día, en las lujosos despachos de las promotoras, los hijos de los antiguos inquilinos y los hijos de los caseros, se podrán sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Soñé que un día, incluso en la ciudad de Barcelona, urbe sofocada con el calor de la injusticia y de la especulación, se acabarán las fianzas abusivas, los zulos, los alquileres desmesurados, los humedales, las obras inexistentes, los palomares, las promesas incumplidas, la chulería y la falta de modales.

¡Ayer tuve un sueño!

Soñé que algún día habrá miles de viviendas libres, a precios razonables y totalmente reformadas, y los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados.

Ese será el día cuando todos los hijos de la ciudadanía podrán cantar un himno con un nuevo significado, mi piso puede ser suyo.

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada municipio, en cada comunidad y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los españoles, negros y blancos, judíos y cristianos, musulmanes y católicos, podrán unir sus manos y cantar las palabras del viejo refrán:
¡Hogares libres al fin!

3 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

HA SIDO ETA!



¿Y las mamufas que?

3:24 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Sí, y como dijo el filósofo Francesc Pujols, llegará el día en que sólo por el hecho de ser catalanes lo tendremos todo pagado!

7:02 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Somos snobs y no nos descentralizamos. En Alemania, hay un pueblo absolutamente autónomo cada quince quilómetros de distancia y en ellos la gente vive plácida y felizmente. En España las ciudades son el ombligo del mundo y entre ellas hay inmensos Monegros que las separa. A nosotros los urbanitas el pueblo se antoja aburrido y no se aguanta en él dos días so pena de que asole nostalgia, tristeza y silencio escandinavo.
Es mejor vivir en el campo e incentivar la vida lejos de la ciudad.

emil

7:03 p. m.  

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