El viejo estilo
No deja de sorprenderme que sigan vivos los intérpretes de películas míticas como Lo que el viento se llevó, Rebeca, Con faldas y a lo loco, Operación Cicerón, De aquí a la eternidad, Scaramouche, Cautivos del mal, Cantando bajo la lluvia, Tener y no tener, La gata sobre el tejado de zinc, El hombre tranquilo o Río Bravo; metrajes que forman parte desde hace ya muchos años del imaginario colectivo.
Se me antoja casi imposible que sigan entre nosotros.
Profesionales que se dirigían cada mañana a los grandes estudios en sus coches packard, vestidos con trajes cruzados y peinados con brillantina.
Ellas preferían que las llevara un chófer uniformado, el tacón alto, el sombrero con velo, los guantes y el carmín.
Al mediodía comían todos juntos en el restaurante automático de las instalaciones.
Tras la ardua jornada se reunían en los clubes más selectos ataviados con sus mejores galas, daban cuenta de algunos cócteles se ponían al corriente de los últimos cotilleos y de vez en cuando se metían en algún que otro lío.
No puedo evitar alegrarme cada que vez que algún miembro del viejo Hollywood celebra su aniversario. Táchenme de mitómano, pero me ilusiona saber que mientras alguno de sus exponentes siga cumpliendo años, el viejo estilo no morirá del todo.
Ayer, Lunes de Pascua, festejó su natalicio uno de mis actores más queridos.
Un tipo de baja estatura que siempre actuó como secundario, pero cuyas cualidades interpretativas superaban con creces a las de los protagonistas con los que compartió pantalla.
¿Qué habría sido de muchas películas sin la presencia de los actores de reparto?
¿Hubieran gozado del mismo éxito estrellas consagradas sin el apoyo de artistas de la talla de Walter Brennan, Pepe Isbert, Thelma Ritter, George Sanders, Judith Anderson, Lola Gaos, Basil Rathbone o Xan das Bolas?
Huelga decir que la filmografía de nuestro hombre no es muy destacable.
Se puso por primera vez delante de una cámara a principios de los años treinta del pasado siglo.
Normalmente apareció en productos de serie B ambientados en el continente negro.
Cuando era niño solían pasar sus películas por televisión muy a menudo.
Recuerdo con mucho cariño esas tardes de sábado plagadas de fieras, tribus salvajes, exploradores sin rumbo y porteadores despeñados. Los gritos de los indígenas alcanzados por una lanza resultaban aterradores.
Pero el actor que hoy nos ocupa, cómico excepcional, solía equilibrar el dramatismo con alguna salida genial. Sus payasadas son antológicas.
Se adelantó en dos décadas a los actores del Método.
Sus interpretaciones eran totalmente espontáneas, naturales. Se rascó, golpeó y desgarró las vestiduras veinte años antes de que el sobrevalorado Marlon Brando entrara en escena.
Nuestro hombre ya pegaba alaridos en plena era Roosevelt, y tuvo la osadía y los arrestos de provocar a la censura protagonizando algún que otro desnudo integral.
Hastiado de trabajar como secundón y de que no se reconociera su talento, se retiró a una edad muy temprana.
Desde entonces vive alejado de los platós en una magnífica mansión en Palm Springs dedicado a su gran pasión, la pintura.
Aquejado de una diabetes, su médico le prohibió ya hace unos años el whisky con soda y el cigarrito con el que se regalaba cada tarde.
El año pasado, recibió de manos del cómico Flipy el Premio Peñíscola, el único reconocimiento cinematográfico de su dilatada carrera profesional.
Antonio Trashorras, director del festival que le concedió el galardón, subrayó que "es una de las pocas estrellas de la edad de oro del celuloide que aún permanece viva y sus escenas puramente cómicas han arrancado las risas de innumerables generaciones".
Ya no hay actores como los de antes.
¡Feliz aniversario, estimada Chita!
3 comentarios:
-¡Scampy! Voy a entrar...
¡¿Chita?!
Olé, compañero, ahora me has matao. Así que cada tarde se metía unos whiskies entre pecho y espalda. Això es civisme i no el que ens venen a barc... perdón, palabra prohibida.
¿Xan das Bolas? Por favor, explícame quién es. Me muero de ganas de saber quién iba por el mundo presentándose con semejante nombre. Yo me quiero llamar así.
Sí, sí, se tomaba sus cacharritos a media tarde, como cualquier astro del viejo Hollywood.
Pintar, pinta, sus obras no están nada mal, mucho mejores que las de Lola Flores, duda cabe, para muestra un botón:
http://www.cheetathechimp.org/
Xan das Bolas fue un secundario todoterreno del cine patrio. Bajito, enjuto, ojos saltones, bigote eterno, acentazo de la Coruña, el eterno gallego (portero, sereno, pregonero, taxista, guadria urbano).
Apareció, entre muchas otras, en:
Historias de la radio, El hombre que viajaba despacito, el malvado Carabel, la vida por delante, Plácido, El verdugo, Los dinamiteros, El extraño viaje o ¡Cómo está el servicio!
También se dejó ver en algunos spaghetti-westerns del tipo Clint el solitario.
Su última película, A la Legión le gustan las mujeres,...y a las mujeres les gusta la Legión.
Triste final para Xan.
Un abrazo,
Ivo
Los cuadros de Chita son por lo menos igual de buenos que muchos de los que te puedes encontrar en cualquier museo de arte contemporaneo.
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