miércoles, octubre 03, 2007

La extraña pareja



Existen parejas letales.

No teman, no voy a hablarles de Diana de Gales.
¡Dios guarde muchos años los soberbios soplillos del Príncipe Carlos!

Conyuges que acaban anulando la identidad de la otra persona.
Frustados dictadorzuelos y avinagradas señoritas Rottenmeier.

Individuos por lo general acomplejados y envidiosos, celosos de la idiosincrasia y valía de su compañero.

Seres ruines, resentidos, intransigentes y peluseros que sirviéndose de malas artes y del chantaje emocional acaban vampirizando a su media naranja.

¿Qué le pregunten a John Lennon?
De mal en peor desde que tuvo la desgracia de conocer a la arpía de Yoko Ono.
El más carismático de los Beatles acabó a la greña con sus inseparables compinches y se hundió en el infierno de las drogas duras, convirtiéndose en un mameluco barbudo abanderado de causas totalmente insensatas.

No contenta con eso, la bruja japonesa redujo al antaño temperamental y rebelde rockero a la categoría de maruja encantada con sus quehaceres domésticos.

La muerte en vida para el genial músico.

Y la guinda del postre.
De todos es sabidos que Mark David Chapman (le sentó bastante mal, como a muchos, la lectura de El guardián entre el centeno) los confundió al verlos de espaldas (tras años de convivencia se habían mimetizado) y se cargó a quien no debía.

¡Funesta equivocación!

Es un dislate pensar que Chapman (incondicional del cuarteto de Liverpool) tuviera la menor intención de asesinar a su admirado Lennon.
Él quería darle matarile a la nipona, harto como estaba de su codicia, su petulancia, sus insoportables gorgoritos y sus mamarrachadas conceptuales.

Por lo que más quieras, la próxima vez no falles el tiro.

Otro caso sonado es el del binomio Tracy-Hepburn.

Katherine Hepburn (según Cabrera Infante solía darse seis duchas al día y sin embargo siempre tenía las uñas sucias de mugre), niña bien descendiente de colonos del Mayflower, se decantó muy pronto por la interpretación.

A pesar de su voz de pato, su histrionismo y sus ínfulas shakespirianas, gano cuatro Oscars y fue nominada doce veces a lo largo de su extensa trayectoria, récord únicamente superado por la abominable Meryl Streep (esa enfermiza querencia por los acentos más dispares).

En los escenarios teatrales y platós, su suficiencia, engreimiento, inflexibilidad, soberbia y nulo sentido del humor le granjearon la antipatía de directores, técnicos y compañeros de reparto.

Fanática de la vida sana y consumada deportista, reprendía a todo aquel poco amante del ejercicio que veía con un vaso en la mano (y eso que la doña fumaba como un carretero).

Fingida mujer emancipada, feminista de chicha y nabo, en la intimidad siempre se mostró con los hombres excesivamente solícita y servil.

Spencer Bonaventure Tracy fue un imponente actor cinematográfico.

Espontáneo, duro, seco, vehemente, bebedor y parco en palabras; brilló con luz propia durante los años treinta del pasado siglo, década en la que llegó a interpretar la friolera de 40 películas.

Títulos de la categoría de Veinte mil años en Sing-Sing, Fueros humanos, Furia, Capitanes intrépidos, Forja de hombres (también conocida como La cuidad de los muchachos), San Francisco y Piloto de pruebas.

Fuera del set de rodaje gustaba de tomarse unas copas en compañía de la llamada Mafia Irlandesa de Hollywood (entre sus ilustres miembros encontramos a James Cagney, Pat O’Brien, Ralph Bellamy y Frank Morgan).

Entre sus muchas aficiones, la pintura, la lectura, fumar en pipa, recitar leyendas gaélicas o irse de parranda con su compinche Clark Gable (en una ocasión tuvieron a los gerifaltes del estudio al borde del infarto cuando celebraron una fiesta que se prolongó dos semanas).

En 1941 tuvo la desgracia de coincidir por primera vez con la Hepburn en el rodaje de La mujer del año.

Desde ese día aciago, compartieron vida y reparto en nueve películas hasta la prematura muerte de Spencer.

Poco a poco se fue apagando su estrella y cayó en picado la calidad de los filmes que protagonizaba.

A finales de la década de los cuarenta se hizo patente su declive físico, aparentaba bastantes años más de los que tenía.

Estudiosos y críticos achacan su decadencia a su carácter atormentado y a su desmedida afición al alpiste.

¡Calumnias!

Su ocaso se debió a un inacabable secuestro en toda regla, con síndrome de Estocolmo incluido, perepetrado por la comedianta.

Primero alejó a sus amigos a golpes (espantaba a las visitas blandiendo un paraguas acusándoles de ser una mala influencia), le quitó del alcohol permitiéndole únicamente beber una cerveza al día (Tracy le comentó en una ocasión a un periodista que sin la cerveza hubiera muerto), le obligó a trasegar ingentes cantidades de leche (que el pobre se tragaba con cubitos de hielo para disimular su sabor), le forzó a nadar en las heladas aguas del Atlántico, a montar en bicicleta y a dar agotadoras caminatas.

Por las noches, al amor de la lumbre, la diva declamaba durante horas soporíferos monólogos.

El actor (un auténtico progresista) correspondía tratándola con sumo respeto, generosidad y deferencia (todo un sufragista), como a una igual, dándole constantes consejos para que mejorara su técnica interpretativa y apoyándola en su trabajo.

Recelosa de su inmenso talento, prolongó su rapto y le alejó del mundo, minando su moral y convirtiéndolo en un hombre enfermo, avejentado, hosco y taciturno.

Su canto del cisne fue ese pastiche (supuestamente antirracista y liberal) que es Adivina quién viene a cenar esta noche, timorata comedieta donde las haya.

El corazón de Spencer Tracy dijo basta semanas después de finalizar el bodrio (todo un profesional hasta el final).

Hay amores que matan.

2 comentarios:

Blogger titiritero ha dicho...

al fin se hizo la luz!!
dps de decadas de medias verdades alguien se ha atrevido a tirar de la manta.
felicidades x su arrojo y valentia!

katie la psycho-killer!!

ay q miedo...

8:46 a. m.  
Blogger Ivo von Menzel ha dicho...

Tremebunda psicópata,
sembró Hollywood de exquisitos cadáveres.
Todo el que mantuvo algún tipo de relación (profesional o sentimental)con ella acabó fatal:
Howard Hughes, Humphrey Bogart,John Ford, Tracy.
¡Mantis religiosa!

11:39 a. m.  

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