miércoles, septiembre 26, 2007

Hotel Edén



Para Juan Abreu


Querido Gregor,

desde que te fuiste para siempre nuestro pequeño reino de taifas ha alcanzado realmente momentos esperpénticos.

Reconozco que es un tema que me obsesiona, pero es que la situación ha llegado a tal punto que esta obsesión corre el peligro de convertirse en una paranoia.
¿Recuerdas esas conferencias que impartía un periodista polaco sobre ese pequeño país africano tan pequeño, que en muchos libros está señalado con un insignificante punto?

No hace tantos años ese país hermoso, habitado por una sola tribu, se entregó a una orgía de violencia y sangre, una verdadera carnicería.
Despojaron a la palabra de la verdad y desde hace años, como por estos lares dentro de no mucho, ahora se utiliza como piedra para afilar los machetes.

Nuestros padres y abuelos ya pasaron por una guerra aquí.

Un hombre muy sabio y discreto, nacido en 1914 (se refuerza mi convicción de que las personas nacidas antes del 14 eran de otra pasta), ya dijo que “los locales llegaron a la guerra porque vivieron previamente un proceso de politización en el tiempo precedente”.

Llamaba politización a “aquella actitud que lleva a conceder absoluta primacía al partidismo político sobre todo otro valor social o político. Quienes actúan según ella, juzgan de las personas y de las cosas en función de la adscripción política que le atribuyen. Es una actitud que encierra un fatal maniqueísmo: buenos – los míos – frente a malos - los otros”.

Uno de los hermanos Ringold, el que no se casó con una actriz, ya dejó dicho que “en la sociedad humana, el pensar es la mayor transgresión de todas; el pensamiento crítico es la subversión definitiva”.
La tribu se ha aborregado y nuestros líderes son mezquinos e insípidos.

Son, siguiendo a Ringold, “políticos empeñados en una venganza personal que encuentran en la obsesión nacional el medio de ajustar cuentas”.

Como ves no soy nada optimista y sólo me consuela tontamente la idea de Nabokov cuidando de su familia y creando (por este orden) en el Berlín de los años 30, sin que los nacionalsocialistas de uno y otro bando consiguieran apartarle de su camino.

Sin embargo, uno nunca está lo suficientemente agradecido cuando, sin esperarlo, cae en sus manos un libro como “Edén. Vida imaginada”, de Alejandro Rossi.
De su autor ya me había hablado Juan Villoro, tu mejor traductor al español.

Estoy convencido de que viene a ser tu doble americano.

Nacido en Florencia en 1932, de padre italiano y madre venezolana, creció en Buenos Aires, estudió en Inglaterra y en 1951 fue a parar a México, país que le adoptó como a ese gran historiador francés, Jean Meyer.

Villoro, siguiendo los pasos del praguense Urzidil, lo llama muy acertadamente un Hinternational, alguien detrás de las naciones.

Este apátrida dispara en su última novela los recuerdos de Alejandro, su protagonista, como el mismo autor un escritor cosmopolita, filósofo del lenguaje y gran conversador, regresando a cada una de las patrias de su infancia: la Italia del origen, la Venezuela omnipresente y la Argentina que lo formó (sobre todo el Hotel Edén).
Rodeado de mujeres sensuales, inteligentes y que nunca olvidan la risa, verá que nada se puede dar por sentado: ni la patria, ni la lengua, ni la raza, ni la familia. Como afirma uno de sus personajes, “sólo un fanático tiene las cosas claras”.

Alejandro Rossi, a pesar de que nació en los años treinta, es todo un caballero.

Leyéndole, uno advierte enseguida que está ante una raza en extinción (que no da el dinero, pero sí el saber vivir y estar, que no da la cultura, pero sí la civilización), la del verdadero talante liberal.

Él mismo escribe al respecto: “La convicción de que un error intelectual no supone necesariamente un defecto moral”. De esa premisa, si aceptada con plena lealtad, se desprende la verdadera tolerancia intelectual, tan distinta – por supuesto – a la aceptación cobarde o a la incapacidad crítica.

Habrá que buscarse un hotel como el de Rossi (o el de Nabokov) para huir de aquí.

Con añoranza se despide de ti,

Max

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Avisad del hotel si lo encontrais!

4:58 p. m.  

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