martes, octubre 17, 2006

Los Blandings ya tienen casa

Desconozco si a muchos de ustedes les pasará lo mismo, pero yo siento la acuciante necesidad de revisar algunas películas en momentos muy concretos. Supongo que adquirí la costumbre en casa de mis padres. Una Nochevieja no era lo mismo si no poníamos “Con la muerte en los talones” después de las campanadas, no concebíamos mejor manera de empezar el año.

Para superar los momento amargos y recuperar la alegría por la vida siempre recurro a “Cantando bajo la lluvia”, “Sabrina”o a “El diablo dijo no”, exquisita comedia del maestro Lubitsch.
Para combatir el hastío, la indignación y la rabia, “Río Bravo” o “El hombre tranquilo” son ideales, la simple presencia de John Wayne le insufla a uno coraje y fortaleza de espíritu.

En mi penúltimo artículo, “Pasto de los tiburones” les puse al corriente respecto a mi cambio de domicilio. Mi mujer y yo llevamos días metidos en faena.
Teniendo posibles, un traslado es la cosa más fácil del mundo, coser y cantar, no tendrá que preocuparse de nada, por arte de magia aparecerán en su nueva vivienda, previamente acondicionada, todos sus muebles y enseres.
Unos señores uniformados efectivísimos embalaran todas sus pertenencias con sumo cuidado. Sus trajes, palos de golf, sillas coloniales, mantas escocesas y figuritas de Svarowsky llegaran a buen puerto en perfecto estado. Lo ideal para evitar molestias innecesarias es pasar los días que dure el traslado en un buen balneario, sudar lo mínimo, y en la sauna.

La cosa es muy distinta para una pareja mileurista. Tras perder hasta la camisa y venderle tu alma al administrador de fincas y a las distintas compañías de suministros, hay que procurarse decenas de cajas, desengrasante, litros de lejía, escobas y mochos, enfrentarse en campo abierto con cucarachas tijuaneras como puños, luchar a brazo partido con humedades, agujeros y desconchones, sanitarios atascados y extractores con más mierda que la desembocadura del Besós.
Queda desmontar y volver a montar los diabólicos muebles de IKEA, cuanto más barata es la pieza, más crípticas son las instrucciones; pintar, embalar, acarrear y cargar pesados electrodomésticos por angostas escaleras.

A todo esto hay que sumarle la caótica situación en la que se está inmerso. Durante dos o tres semanas has de repartir tu vida entre dos domicilios, rodeado de bártulos, durmiendo en un jergón en el suelo y afeitándote en la fuente de la esquina.
El piso apesta a pintura y disolvente, cada dos por tres tropiezas con objetos que creías haber perdido hace años y cuando abres la nevera en busca de una cerveza, lo único que encuentras es un tarro de crema facial, unos calcetines agujereados, un cenicero rebosante de colillas y un listín telefónico del año 78.

Si alguno de ustedes se ve alguna vez en semejante berenjenal, recomiendo busquen el carrito del televisor, desembalen el reproductor de DVD, se sienten donde puedan y se procuren una copia de una entrañable comedia de finales de los cuarenta injustamente caída en desgracia, “Los Blandings ya tienen casa”.
En ella se narran las visicitudes de una familia neoyorquina que, harta de estrecheces, decide trasldarse de su minúsculo piso en Manhattan a una casa de campo en Conneticut.
El trío protagonista lo componen tres pesos pesados de la interpretación en estado de gracia: Cary Grant, Myrna Loy y Melvyn Douglas.

A pesar de que la edad de oro de la comedia sofisticada ya hacía años que había pasado a mejor vida, los actores principales están soberbios encarnando al ciudadano medio agobiado por hipotecas, facturas e interminables obras, demostrando que no necesitaban vestir smoking y traje de noche, ni moverse por entre las mesas del Club 21 con un Dry Martini en la mano para bordar una interpretación.
Pero no sólo están magníficos los protagonistas, cabe destacar también el impresionante trabajo del elenco de secundarios.

Del director, H.C. Potter, sólo se deben acordar cuatro cinéfilos irredentos.
Potter fue un realizador de los llamados de oficio, eficaz y profesional.
En su haber, algunos filmes nada desdeñables: “El vaquero y la dama”, “La historia de Irene Castle” (la última película que protagonizaron juntos Fred Astaire y Ginger Rogers), “Mr. Lucky”, “la hija del granjero” y una de las películas más delirantes de la historia del cine, “Loquilandia”; ni los Hermanos Marx en una orgía de ácido lisérgico hubieran alcanzado jamás cotas tan surrealistas y disparatadas.

En caso de mudanza, nada mejor para evadirse durante un rato de la ruina económica, fisica y moral que ocasionan los traslados, que un pase de "Los Blandings ya tienen casa". Diversión garantizada.

4 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

BUENO PUES, poco a poco y buena letra y cuando estés ya bien instalado a ver si nos invitas a unas birricas.

un abrazo

Dani

1:04 p. m.  
Blogger Ivo von Menzel ha dicho...

Eso está hecho, faltaría más. Será un placer.

Un abrazo,

1:12 p. m.  
Blogger uri ha dicho...

Aproveche la ocasión y tonifique sus músculos con levantamientos de lavadora con obstáculos, estiramientos en caja fija (de cartón del DIA) y demás ejercicios briosos y estimulantes.

Que no decaigan los ánimos, pollo!

3:30 p. m.  
Blogger Ivo von Menzel ha dicho...

Gracis por tus palabras de apoyo.
¿Quién necesita pagar mensualidades de gimnasio teniendo mudanza al canto?
¡Acabaré más cuadrado que Lou Ferrigno!
¡Y de color verde también!
No puedo, no puedo...

Un abrazo,

Ivo

7:36 p. m.  

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